Cinco esquinas
sobre Cinco
esquinas, de Mario Vargas Llosa
A mediados de los años noventa, en Lima, dos mujeres se pasan la
tarde hablando. Cuando se dan cuenta de que se les ha pasado la hora
del toque de queda, la anfitriona, Marisa, propone a su amiga Chabela
dormir en su lujosa residencia. La situación, en principio sin
ambigüedad, se vuelve rápidamente erótica, y las dos amigas se
convierten en amantes. Este episodio sentimental y sexual aparece y
se eclipsa con frecuencia dentro de la trama múltiple de Cinco
esquinas, representando tal vez un contrapunto placentero en un
contexto de inseguridad y violencia generales, el de la sociedad
peruana de los años de la dictadura de Fujimori y Montesinos, época
marcada también por el terrorismo de extrema izquierda de grupos
como Sendero luminoso o MRTA, así como por el marcótráfico. Los
distintos personajes de la trama se ven afectados de una manera u
otra por los usos del régimen autoritario, y por la acción de
grupos terroristas. Tanto el miedo a las bombas y a los secuestros,
como los apagones y el toque de queda, forman parte de la tela de
fondo de la novela, pero uno de los aspectos principales de la
dictadura que se retratan aquí es la injerencia constante del poder
en todos los aspectos de la vida: en la economía y la
justicia, que funcionan de manera arbitraria. La arbitrariedad y el
despotismo se establecen paulatinamente, a través del temor a los
que gobiernan o a sus enemigos, en una guerra sin nombre que llega a
formar parte de la vida cotidiana. La pérdida de la libertad
individual es la consecuencia más llamativa del autoritarismo y de
la corrupción masiva, consecuencia llamativa que parece ser sin
embargo acceptada resignadamente. Sin embargo, la acceptación
silenciosa del fin de la libertad se consigue más
certeramente manipulando al público mediante la versión degenerada
del periodismo que es el amarillismo, esa prensa que solo se ocupa de
escándalos e historias escabrosas, verdaderas o inventadas, y que juega aquí un papel protagonista.
La prensa amarilla, con su aparente inocuidad y su aparente lejanía
de los temas serios, se vuelve un instrumento de presión y una
manera cómoda de hundir las carreras de rivales políticos o de
llevar a cabo arreglos de cuentas personales con artistas u otra
gente conocida. En Cinco esquinas, dos personajes, Rolando
Garro y Julieta la Retaquita, representan este periodismo que se
mueve entre la frivolidad y la criminalidad, puesto que los
reporteros no dudan en utilizar cualquier medio, legal o ilegal, para
llegar a sus fines. Pero quién está detrás o al menos quién
protege a estos medios de comunicación ? Así, Rolando Garro
decide proponer a Quique, un próspero empresario, un negocio que
esconde un vulgar chantaje, la revelación de un escándalo sexual a
partir de fotos robadas. Cuando Quique se niega a acceptar el
chantaje, desencadena así una serie de consecuencias insesperadas
que no dejan indemne a ninguno de los personajes. El mundo de la
televisión y de los periódicos puede convertirse así en un tentáculo del poder, pero también en una fuerza que nadie puede controlar. La
novela oscila constantemente entre la comedia ligera, el thriller y
un realismo coral en la manera de dar a ver ciertas realidades
sociales por medio de personajes secundarios, todo ello con una gran
distancia por parte del narrador, que presenta las situaciones de
forma bastante esquemática y dando un papel importante a los
diálogos.
Cinco esquinas,
de Mario Vargas Llosa, Alfaguara, 2016
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